Tras revisar cada examen, el cardiólogo tiene la receta exacta que administrar ante un infarto, una arritmia, una insuficiencia, cualquier complicación propia del corazón. Pero eso no le basta. Aparte de la prescripción, el cardiólogo intuye que hay un problema de fondo que aqueja al doliente. Entonces, dejando de lado la ciencia, toma entre sus manos las manos del convaleciente y le dice: “Cuénteme cuál es su pena”. El paciente se molesta, cree que el doctor es un incompetente, un chismoso, y sin embargo cuando llega la hora de despedirse lo hace con una sonrisa a pesar de las lágrimas.
Para ti, que solo te falta ser cardióloga
para entender las cosas del corazón como nadie
Un buen médico es el que sabe escuchar al paciente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los corazones quieren ser escuchados, aunque sólo sea con un fonendoscopio.
ResponderEliminar:))
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ResponderEliminarTe agradezco la observación y te respondo casi dos semanas después (he andado medio ajetreado estos días). Eres de las pocas que se fija en esas cosas, lo valoro. Y sí, cuando sobran motivos, hablar del corazón es fácil. Pero ahora mismo las cosas andan algo ¿raras? Mándame buenas vibras para que tengamos el final feliz que merecemos.
EliminarUn abrazo psicológico.
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EliminarGracias por las buenas vibras, Alís. Ayudaron. ¿Pensaste alguna vez en que puedes tener algo de meiga? Jeje
EliminarTe debo una.
Pues los médicos me creo que curan por la escucha activa, más que por las pruebas :-)
ResponderEliminarMuy buen post. Con esa cita final lo bordas. Un abrazo
Extraño galeno.cuanto menos...
ResponderEliminarSaludos.
Intiendo muy bien las cosas de corazon en el sentido de amor.....
ResponderEliminarHola Julio, ese cardiologo vio mas allá de las pruebas y vio la pena que tenia esa persona, lo que pasa que muchas veces nos negamos a reconocerlo.
ResponderEliminarBesos.
Ay, Julio David, no me extraña que desconfíe es que ninguno se atreve a tratar las emociones, es más fácil recetar pastillas para el corazón, y cuando se acaben, pues más. Y el origen del dolor sigue ahí. Médica emocional, suena bien. Feliz sábado.
ResponderEliminarEn ocasiones tratamos de hacer empatía pero la gente no lo ve con buenos ojos, es cuestión de tiempo para que lo entiendan. Por cierto, se requieren más doctores como él.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jamás deberíamos subestimar el poder que tiene el que te sepan escuchar, que te presten atención... que te tomen las manos... hasta a veces, un abrazo, aún si parece que alejas a todo el mundo.
ResponderEliminarUn beso.
una maravilla de texto abrazos y besos
ResponderEliminarCreo que el será un buen médico aquel que nunca se olvide de que está tratando con un ser humano, porque a algunos se les olvida y ponen la ambición por sobre la empatía lamentablemente. Un abrazo
ResponderEliminarLo de ser persona por encima de todo no lo enseñan en la facultad, sin embargo es imprescindible para ser un buen profesional de la medicina (y de cualquier profesión).
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen relato y buena dedicatoria.
ResponderEliminarQue bueno que existan médicos que dediquen un poco de su tiempo a escuchar
ResponderEliminarA muchos médicos les gustaría escuchar más; los buenos, siempre lo hacen. Pero a veces les tienen estresados con un número excesivo de pacientes que atender en un tiempo récord...
ResponderEliminarSomatizamos mucho más de lo que parece...
Un beso con el corazón en carne viva.
Si la medicina occidental fuera más humana, se gastaría menos en fármacos, y se prevendría más que curar.
ResponderEliminarBsss
Muy buen post, me encantó.
ResponderEliminarBesos al alma
que bueno lo que escribiste porque me hiciste recordar que a mi me pasó algo muy parecido... quizá lo incluya en el blog con tu permiso, gracias!!!...
ResponderEliminarUn buen médico escucha y mira al paciente, pero alguno solo saben mirar a la pantalla y te recetan sin apenas mirarte. Pero no podemos juzgar, lo mismo se ha visto en un día a mil pacientes y ya eres el último.
ResponderEliminarMe ha gustado esta entrada con dedicatoria. La importancia de saber escuchar. No solo recetar por recetar.
Besos enormes.