Cuando al fin la conocí como quería conocerla, no diré que me salvó pero sí supo iluminar el abismo. Ella, entera pero etérea como un aroma a perfume que persiste en el aire y luego, mucho más, en el tiempo. Entonces volví a tener esa pequeña edad con la sensación, la misma maravilla en los ojos, como cuando recibí la primera bicicleta. Con tanta vida entre mis manos, para esta mujer, que a cualquiera que tocase lo rejuvenecería. Yo mismo incluso me veía como un recién llegado entre cosas nuevas, siendo que nunca he dejado de envejecer entre cosas viejas.
Qué ilusión infantil tan bonita, qué mujer de bandera a tu lado, amigo
ResponderEliminarUn abrazo y que dure
" Envejecer entre cosas viejas" destinos demasiado numerosos...
ResponderEliminarMe hiciste acordarme del nacimiento de mi hija mayor, la primera, que fue distinto a cuando lo hicieron sus hermanas.
ResponderEliminarEl texto me parece tierno, pese a que es probable que lo haya tomado por algo nada que ver...
Un abrazo
El enamoramiento hace maravillas, como la de rejuvenecer al más viejo.
ResponderEliminarAbrazos.
toda una declaración de amor a la mujer que suaviza nuestras aristas, rejuvenece nuestras arrugas y mitiga las fatigas.
ResponderEliminarMuy bonito Julio.
Un abrazo.
Muy tierno.
ResponderEliminarBesos.
Siempre hay que rodearse de vida, lo demás solo es acumulación de polvo. Un abrazo!
ResponderEliminarQuímicamente hablando, el enamoramiento es una droga endógena que genera dependencia feliz y rejuvenecedora...
ResponderEliminarHay cosas que suceden así en la vida, iluminan, transforman... Éste parece ser el caso.
ResponderEliminarSobre cosas nuevas, no sabría definir... zapatos y ropa no es de ayer, en la nueva casa ya llevamos año y medio casi... Mi nieta pequeña tiene 9 años. Geranios no he plantado.
No, no veo cosas nuevas a mi alrededor.
Y tampoco "viejas". Ropa y zapatos de buen ver todavía. La casa, qué decir. Mi nieta pequeña, toda una vida por delante...
No, tampoco veo nada viejo a mi alrededor.
¡Y mucho menos a mí mismo!
Abrazos Julio.
Y al conocerla...
ResponderEliminarEl aire se volvió perfume
su voz, arrullo de la fuente,
y su corazón, un sueño reincidente.
Te dejo un abrazo, estimado Julio David.
Como un chico con zapatos nuevos, que se dice.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ese perfume embriaga hasta tal punto, que todo vuelve a ser maravilloso.
ResponderEliminarAbrazos.
Me encantó este texto, lleno de dulzura y gratitud.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio.
Como perro con dos colas.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Conoci a un tipo, muy poeta él, que sostenía que el tenia la edad de las mujeres de las que se enamoraba...
ResponderEliminarUn abrazo, amigo
Yo prefiero la bicicleta...
ResponderEliminarHoy a las siete de la mañana con tormenta, aguaceros, truenos, relámpagos... hemos estado paseando solos por esta Barcelona confinada.
No conozco a ninguna mujer que me hubiera acompañado esta mañana.
En una película de vaqueros, hablan dos hombres de una mujer bella y especial, y uno le dice al otro:
ResponderEliminar"Es de esas mujeres que convierte a un niño en hombre, y a un hombre en niño"
Me pareció que la protagonista de tu relato es de ese tipo de mujeres.
Un micro muy romántico, Julio.
Besos,
Qué tendrá el amor que rejuvenece tanto.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Es de esos elementos que ilumina tu vida, aunque por un tiempo definido tan solo. Al igual que la novedad de la bicicleta que se usa por ejemplo: genial cuando es nuevo y estimulante, hasta que ya la viviste y experimentaste y no hay más.
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