A pesar de la orden de alejamiento, Daniel volvía. Campaba a sus anchas. Siendo victimario, se victimizaba cuando intentaban echarlo. Pataleaba, amenazaba. Y si se iba, volvía. Otra vez. Como un tarado, un obseso, como un tumor que crece mientras se extirpa.
Ciertamente pudo pagar con cárcel sus múltiples desacatos pero el juez, que ante todo tiene un inmenso corazón de abuelita, prefirió modificar la sentencia: ya que tanto le gustaba, le permitió a Daniel vivir en esa casa. Eso sí, imposibilitado de dar un paso afuera sin importar qué. Vivir hasta morir en ella. Condenado. Y para siempre solo.
No deja de ser una sentencia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como si estuviera en la cárcel sin poder salir, qué horrible tiene que ser esa condena, tanto o más que la cárcel.
ResponderEliminarUn placer leerte, Julio David.
Muchos besos.
Podría ser como dos antiguos enamorados, cuya relación es impedida por las familias. Cuanto mayor es el impedimento, mayor es el amor. Cuando las familias terminan autorizándolo, los chicos se dan cuenta de que el sentimiento no es para tanto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quien dijo que los jueces no tienen corazon??
ResponderEliminarAbrazo
Una reflexión con un cierto final...
ResponderEliminarEntremedias ese comportamiento machista, quiero entender, que por desgracia no cesa.
Sé que hay "causas profundas" en esos hechos que sobrepasan con mucho la calificación de tarados, maltratadores y homicidas... Pero hay una que veo que les encaja mejor: ¡idiotas!
Pues idiota hay que ser por "ganarse" años de cárcel en un instante.
Abrazo Julio.
Lo prohibido es lo más gustoso. A lo mejor dicha condena a no alejarse le incita a lo contrario.
ResponderEliminarSaludos.
Una sentencia bastante dura la que dictó el juez con corazón de abuelita. Solo allí, encerrado hasta morir...
ResponderEliminarUn abrazo, Julio.
Una condena al fin y al cabo, él no es que quisiera estar en la casa lo que quería era perjudicar en esa casa.
ResponderEliminarSaludos.
Castigo ejemplar a tal apego a una casa oye
ResponderEliminarUn abrazo y tarde linda
Tan corazón de abuelita no tiene el juez, jaja.
ResponderEliminarUn abrazo
Como aquél que dice: cadena perpetua.
ResponderEliminarSAludos.
Dicen por ahí"querías sopa, toma dos platos".
ResponderEliminarCondena🔨
Para estos victimarios sin escrúpulos, que se pudran en la cárcel, nada de jueces con corazón de abuelita.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo, amigo Julio David.
No tengo compasión con estos tipos. No tienen remedio.
ResponderEliminarLas abuelitas, además de amorosas, pueden ser sabias y este juez le hizo probar su propia medicina.
La primera estrategia de una maltratador machista es aislar a su víctima, hacerle creer que sólo depende de él.
Un final inquietante, Julio.
Un abrazo,