Perdón que los moleste. No se asusten, va a ser un minuto. Permiso. Lo que pasa es que llevo una hora esperando que los meseros me atiendan. Pero soy indigente. Aunque por indigente que sea, me gusta comer bien. Una vez al año, pero comer bien. Ya junté la plata, tranquilos, no voy a pedirles nada. Lo único que quiero es que no me ignoren más. Entonces cuando el mesero venga a preguntarles qué van a servirse, va a estar obligado a preguntarme a mí también. Y cuando me traigan mis tallarines con salsa, me cambio de mesa. Lo juro.
Qué fuerte... demoledor...
ResponderEliminarUn mundo de asco.
¡Qué terrible la invisibilidad!
ResponderEliminarY qué cruel esa manera de no ver lo que nos molesta, como si no existiera, como si eso resolviera el problema.
El relato es muy bueno. Como dice Toro, demoledor
Un abrazo grande
Dicen que la precisa hace milagros y aguza el ingenio, y es cierto en el caso de tu protagonista. Ha encontrado la forma de soslayar el terrible hándicap que supone ser, incluso solo parecer, diferente. Espero que lo atiendan muy bien y que el postre corra a cargo de la casa por las molestias, pero lo dudo :(
ResponderEliminarMuy bueno y muy duro, tocayo.
¡Un abrazo y buen finde!
Se sigue juzgando al monje por el hábito, aunque el refranero se empeñe en decir lo contrario.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy fuerte, pero magnífico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno, eso es ser un vagabundo con buen gusto
ResponderEliminarUn abrazo
Qué lástima. La vida es así de cruel: alguien que a penas tiene qué comer, que sabe que no le van a atender por su atuendo, ignorado por la sociedad... has reunido en una breve historia un sin fin de problemas que hoy en día padece la sociedad y no se da por enterada.
ResponderEliminarMagnífico como siempre.
Es la sociedad que nos tocó vivir, con sus luces y sus alargadas sombras...
ResponderEliminarLo que hay que hacer para evitar el rechazo. Solo espero que los interpelados le cedan un lugar en su mesa hasta que les atiendan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tristamente hay une gente transparente....
ResponderEliminarEstupendo el micro, Julio. Muy bueno.
ResponderEliminarEs un relato desolador, terrible, pero a la vez cómico y tierno.
¿Nos deberíamos preguntar si el personaje se sentara a nuestra mesa qué hariamos?
En mi caso, desde luego que, sí él aceptara, me gustaría que comiera con nosotros.
Un beso,
Genial Julio. De otra manera no le harán caso. Pero ¿y los comensales de esa mesa? ¿simpatía o resignación?
ResponderEliminarAbrazos.
Terrible la verdad, qué pena sentirse ignorado.
ResponderEliminarMás besos.