Hace un año murió mi hermano y se llevó a la tumba el
silencio de dos décadas. Un paréntesis de tiempo en donde ganó el rencor y la
distancia. Paréntesis, punto final. Y nos perdimos irremediablemente. Podría
recorrer el infinito y el infinito no me lo devolverá. Era ahora, esta vida, no
hay otra. Y no la aproveché para acercarme y tener la conversación que nos
debíamos; esa que nos reconciliaría. Nos quedamos con tanto atorado en la
garganta, tanta falta nos hicimos, que redacté una carta en donde él -y solo
él- me pide perdón por lo que hizo.
Contundente. Enrocarse en su verdad, en ambos hermanos, no tuvo vuelta atrás. A veces pasa, que esa ausencia de relación se ha emponzoñado por tozudez.
ResponderEliminarBuen texto. Un abrazo
Una forma, un tanto artificiosa, pero probablemente eficaz, de restituir la falta de conexión y de borrar los rencores del pasado.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo.
No dar brazo a torcer ni cuando se hace una auto carta de distensión.
ResponderEliminarUn abrazo.
“Un problema deja de serlo si no tiene solución” (Eduardo Mendoza).
ResponderEliminarEs triste llegar a eso con un hermano y sobre todo no encontrar un momento para arreglarlo, pero no tiene sentido darle vueltas a lo que no tiene remedio.
Un abrazo.
Actitud mucho más frecuente, e intensa, de lo que pudiese parecer..., o desear!
ResponderEliminarEn ocasiones padres e hijos, y no solo hermanos, se van enredando en esa dinámica de incomunicación que, con el paso del tiempo, se tienden a olvidar las "causas" primeras y solo queda el "él fue el culpable".
Abrazos Julio.
No está arrepentido de no haberse reconciliado con el hermano. Al contrario, le hace pedir perdón al muerto y él queda tranquilo con su conciecia.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio.
Es como hacerse trampas jugando al solitario,... es terrible!
ResponderEliminarSi eso le hace sentirse mejor...Pero no deja de ser una forma "amañada" de perdonarse a sí mismo y sentirse en paz con el pasado.
ResponderEliminarLas rencillas, mejor solucionarlas en vida y cara a cara.
Besos
Lo mejor es perdonar en vida porque después ya no hay nada que hacer, aunque bien es cierto que eso ocurre en algunas familias, por desgracia.
ResponderEliminarMuchos besos.
Desde luego el personaje está cargado de su propia razón para no dar su brazo a torcer. soberbia tampoco le falta. yo volvería del más allá para darle un susto y una buena colleja. lo tiene merecido
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizá sea que uno le daba más importancia que la que le otorgaba el otro.
ResponderEliminarSaludos,
J.
No creo que eso le sirva para reconciliarse, como poco le creará más rencor. Espero que al tiempo se de cuenta.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio David.
Ay qué triste!!!!!
ResponderEliminarAbrazo
Creo que el perdon es uno de los pilares fundamentales del ser humano, y el orgullo exagerado uno de los peores enemigos, en este caso no se quien es mas orgulloso, porqué esperar que solo uno pida perdón?? Quizás (y solo quizás) podemos ser nosotros quienes demos el primer paso, si dejamos todo en manos del otro, cuanto mas podemos perder?? En este relato se pierde un hermano porque antes se perdió una oportunidad, y quien ganó?? Solo el orgullo, pero no el orgullo de sentirte pleno por ti mismo o por alguien... Sino el orgullo de sentirte tan superior, como para solo esperar que te pidan perdon.
ResponderEliminarHace poco me llegó un chiste por WhatsApp. Era algo así. Una madre dice: a todos los que me causaron daño, me hicieron perder la paciencia y los nervios, ya saben que tienen que disculparse.
ResponderEliminarImpactante tu relato.
Saludos ⭐
A veces son necesarias medidas extrañas para recomponer lo que llevamos roto por dentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo creo que desde el otro mundo lo maldecirá...
ResponderEliminarSaludos.
Guau, buen relato, con un final sorprendente, en su crueldad...
ResponderEliminarEl final es un asesinato con alevosía a la nostalgia poética del principio de este estupendo relato, Julio. Muy bueno.
ResponderEliminarUn giro que nos hace poner los pies en la tierra, pegarlos al barro y dejar de fingir que lo que nos duele es la ausencia del otro en vez de la soledad propia.
No creo en el odio pero tampoco en las reconciliaciones. A un jarrón restaurado siempre se le verá la herida si lo miras con atención.
Un abrazo,
Muy triste esos sentimientos enquilosados que solo causan más dolor.
ResponderEliminarBesos
Hola Julio David, demoledor el relato,ahora ya es tarde, enrocarse en una idea es terrible, perdonar es lo más reconfortante en estos casos.
ResponderEliminarUn texto que nos hace reflexionar .
Te dejo un abrazo
Puri
Algo me dice (¿intuición?) que la distancia seguirá...
ResponderEliminarUn saludo
Me gusta, el tema es duro y llega, tanto que nos apiadamos del protagonista pero al final va y nos enseña su verdadera cara, la falta seguramente de autocrítica. Si, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEl texto golpea duro. Hacerse a la idea de la ausencia no es ni será fácil para quien queda huérfano de un hermano, un amigo, un hijo, una madre, un padre. Duro, muy duro y es inevitable.
ResponderEliminarSaludos desde Buga, Colombia