Sabían por radio y rumores que
llegaban de la ciudad más próxima, que el presidente había declarado el
arresto, el exilio o el fusilamiento de los disidentes, mas su diario vivir
continuaba siendo el de la hermandad.
Hasta que una mañana, todavía silenciosa,
un tanque atravesó el pueblo y se instaló en la plaza.
Entonces empezaron a odiarse.
Quel fléau, la guerre !
ResponderEliminarAl final consiguen dividir.
ResponderEliminarSaludos.
Lo triste es que es una historia que aun hoy tiene vigencia. Besotes!!!
ResponderEliminarAl fin y al cabo, el odio genera odio. ¿Y hay algo más odioso que un arma que destruye la paz?
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola de nuevo, Julio D.! Feliz año para ti.
ResponderEliminarTan solo te diré al respecto de tu post que odio la palabra "odiarse".
Un beso
Todo en "orden".
ResponderEliminarSaludos.
Es la más triste de las realidades.
ResponderEliminarSaludos.
Me gustan tus arcanos mayores. Les dotas de visiones para nada premonitorias, sino de realidades tangibles
ResponderEliminarUn gran saludo.