viernes, 26 de febrero de 2016

La trampa sagrada

-Quise ver señales en las nubes, en la configuración de las ramas de los árboles, en todo azar, con cada persona que me cruzaba. Pero de los caminos que tomaba, al poco andar, los presentía errados. Busqué la iluminación en el desprendimiento, pero no la encontré. De nada me sirvió la indigencia. Después pasé por varios oficios que me acercaran a la inspiración: bibliotecario, curandero, guía turístico, entremedio renuncié a los placeres, viví apurado, codiciaba una respuesta, probé drogas psicotrópicas, me divertí, pero la insatisfacción seguía ahí: anhelante y creciente. Por favor maestro, dígame, ¿dónde está Dios?
-En tu pregunta.

sábado, 20 de febrero de 2016

Humanos de segunda clase

Hubo un atentado en la ciudad que visitaba. La niña a la que le había dado una moneda, yacía sobre mí en condiciones todavía más críticas. Como yo era el único americano, me auxiliaron de inmediato.

Al volver a mi país, fui recibido como héroe. Todos me querían, di entrevistas, exageré los hechos, participé en un reality show, me hice millonario. Luego me sobrevino la culpa y huí de esos buitres ávidos por el morbo. Es por eso que volví a la ciudad del atentado para redimirme. Y volví a ver a la niña. Esta vez le dejé dos monedas.

domingo, 14 de febrero de 2016

La respuesta


Desde que su pareja la dejó, que se dedica a cultivar la tierra. Le ha servido de terapia hacerse cargo del jardín que por tanto tiempo descuidó, regando con alguna que otra lágrima, alegres constelaciones de tulipanes que le apaciguan la melancolía con su fragancia.

Cierto atardecer, cargando un manojo de estos hacia su dormitorio, escuchó la voz del novio decirle "dejaste caer uno". Al girarse, vio la sombra del hombre extendiéndoselo. Pero lo rechazó: y no por miedo al suponer que se volvía loca, sino porque no podía ser coincidencia que precisamente la flor que le entregaba estaba marchita. 

Mi aporte para El bic naranja

miércoles, 10 de febrero de 2016

El drogadicto

Se durmió con el anillo en la camisa. Acostado boca abajo, se lo incrustó en el pecho el muy imbécil. El dolor lo despertó de madrugada. En la cocina, el despreciable, tragando algo antes de partir a venderlo, se cruzó con la dueña de lo robado: "Hijo, tengo el corazón hecho polvo: perder ese regalo es como perder a tu abuela dos veces". Se hizo el sordo y salió disparado a la calle.

Al cabo de unos minutos, el sinvergüenza volvió muy campante: “Le encontré el anillo, estaba detrás del macetero, en el jardín".

Pensó en cobrarle recompensa, pero no.

domingo, 7 de febrero de 2016

El teléfono

Rescató un viejo teléfono de su infancia, cercano al medio siglo de antigüedad,  y lo colocó junto a la cama como mero elemento decorativo. Esa misma noche lo llamaron. Y no una, sino varias veces. Asombro, inquietud, angustia. Sin estar conectado, sonaba con un asedio cada vez más extenso, incrementando la desesperación del único habitante de la casa. El anciano sabía que debía actuar a pesar del pánico, y atender pronto ese teléfono en desuso para acabar con la tortura auditiva.

"Aló", susurró entre temblores. Al otro lado de la línea alguien gritó emocionado: "¡Por fin, por fin, tanto tiempo!".